Los empresarios nos enfrentamos a un cambio profundo en las reglas del juego laboral. La reducción de la jornada semanal, que pasará a 44 horas a partir del 15 de julio de 2025, y luego seguirá bajando hasta llegar a 42, parece en el papel una medida positiva: trabajar menos sin ganar menos. Pero lo cierto es que, en la práctica, esto cada hora vale más.
La intención es buena, pues busca mejorar la calidad de vida, brindar un mayor equilibrio entre lo personal y lo laboral y hasta aumentar la productividad. Pero la implementación de este cambio, como de costumbre, no es sencilla. Para las empresas, significa reorganizar turnos, reestructurar horarios, revisar recargos y ajustarse a nuevas condiciones que no siempre llegan con la suficiente claridad o preparación.
A esto se suma la reciente reforma laboral (Ley 2466 de 2025), que cambió muchas otras piezas del sistema: ahora el contrato indefinido es la norma, se restringen los contratos temporales, la jornada nocturna empieza más temprano (6:00 PM), el recargo por trabajo en domingo o festivo sube al 100%, y desaparece la autorización previa del Ministerio para horas extras, pero con más exigencias en trazabilidad.
El impacto no es menor. Estos cambios elevan los costos laborales, especialmente en sectores donde la nómina representa una parte significativa de los gastos. Y si a eso se le suman nuevas licencias, protecciones adicionales para trabajadores de plataformas digitales, y mayores indemnizaciones por despido sin justa causa, es claro que las empresas deben prepararse bien si quieren cumplir sin poner en riesgo su operación.
El desafío es mayor para las pequeñas y medianas empresas, que tienen menos margen de maniobra. En su caso, adaptarse puede ser la diferencia entre seguir adelante o perder competitividad. Pero también hay oportunidades. Este nuevo escenario puede ser un incentivo para modernizar procesos, invertir en tecnología, capacitar mejor al equipo y revisar a fondo los reglamentos internos.
Es cierto que Colombia no es el único país que ha decidido avanzar hacia un modelo laboral diferente. Sin embargo, mientras en otras latitudes estas reformas vienen acompañadas de incentivos fiscales, aquí la responsabilidad recae casi por completo en el sector privado. Cumplir con la ley se vuelve no solo más exigente, sino también más costoso.
En este contexto, la estrategia empresarial juega un papel clave. Cumplir no puede verse solo como una obligación para evitar sanciones, sino como una oportunidad para fortalecer la cultura organizacional, atraer talento y ganar reputación. Las empresas que entiendan a fondo estas nuevas reglas y se preparen para aplicarlas con inteligencia estarán mejor posicionadas para lo que viene.
A partir de julio de 2025, el entorno laboral colombiano será distinto. Las reglas cambian y el impacto para las empresas es claro: menos horas, más condiciones, más costos. La pregunta no es si es justo o injusto. La verdadera pregunta es si estamos listos para enfrentar esta nueva realidad.